Mejor el asterismo que el populismo hipócrita o la grosería de la utilidad
Lo divino y lo bestial habitan en las criaturas. Siempre ha sido así. Sentado al pie de la Boca de Dante, a las puertas del paraíso, siento lo mismo que el conejo, hechizado por el silbido de la serpiente, esa eterna fascinación por el indomable supresor. Las inmensas olas, como las bocas de una orca gigante, se abren, devorando los macizos de rocas y, al sumergirse, rasgan sus vestiduras, que actúan como fortalezas que defienden la lengua de arena, vertiendo instintos y fuerza en sus colas, azotando las aguas, nada más que espuma, su ira, extendiéndose sobre los pies de los veraneantes, que tiemblan por la naturaleza, la temen y huyen de ella cada siete olas, retirándose a una distancia segura. Este ritmo nunca se interrumpe, ni siquiera cuando baja la marea. En el cielo, cilindros que semejan fardos de paja, como madejas de cordero, a veces se amontonan, a veces desaparecen, según el estado de ánimo y las corrientes laterales de viento, en movimientos descendentes y ascendentes. Los barcos más cercanos proyectan sombras sobre el mar, uniéndose a veleros y petroleros, cargamentos en contenedores verticales que forman un lecho para las olas que se enfurecen en los intervalos.
Creí oír gritos de advertencia al conductor del carguero, que esperaba la lancha guía que lo llevaría al puerto, trayendo consigo la autorización correspondiente para fondear.
El negocio naviero sufre un estancamiento, no porque la guerra parezca inminente, sino por sus efectos. He oído hablar de secuestros en alta mar, como si quisiera decir que los piratas han regresado de siglos pasados para proyectar su sombra sobre los océanos, sus comerciantes y pescadores contemporáneos. Que todo es negocio. Los piratas siempre han existido. Lo que ha cambiado es su presentación. Quienes ahora visten cuellos, corbatas, estatus social redundante, ostentosos maletines con pedigrí comprimido, un código postal protegido con contraseña que llevan en sus relojes inteligentes y portátiles, códigos VPN cerrados donde se pueden leer sus nombres, ya sean obsequiosos, ilustres o descoloridos y difusos para no despertar sospechas. Sus tarjetas de visita llevan currículums inventados de empresas ficticias, lavanderías eficientes, con múltiples carteles que distraen, vastas empresas offshore, emprendedores y simulaciones refractadas y cordiales, dejando a actores y actrices, directores y directores atentos, con rastros de abundante baba, actores tan grandes, fértiles y delirantes, sin experiencia previa. Recién llegados al foco. Es la Compañía equipada con inteligencia artificial, las empresas del mundo componen sus personajes, producen abundante maquillaje para ellos, con la ayuda de los medios. Llega el barco auxiliar, dictando maniobras y los oídos de los marineros escuchan, obedeciendo mecánicamente el ciclo de operaciones, repetido desde siempre.
Y veo las noticias, con el mar a mis pies, sin previo aviso, mientras el ayuntamiento de Loures se opone a la suspensión del desalojo ordenada por el tribunal. Tras levantarme rápidamente, quitarle mis pertenencias al depredador oceánico, meterlo todo dentro de la toalla, ya llena de mar y arena, y caminar a grandes zancadas hacia la parte superior de la arena, me encuentro deseando menos cosas buenas para ese ayuntamiento, para sus figuras que enumeran la falta de empatía con el barrio de Talude. Sí, claro que sí, pero qué mal y qué erróneo es dar cobijo y quitárselo a quienes no tienen alternativa. La caridad es hermosa, quizá en las iglesias, quizá cuando se dejan grabar en una estrategia de marketing oportunista para las elecciones y la búsqueda de votos, pero todo es pura agresión, todas esas chabolas. ¡Quizás de ahí surja la violencia y la pobreza del mundo, qué va! Recordé el día que vi al entonces presidente siendo confrontado y abucheado en dos ocasiones distintas, y por dos mujeres distintas, pero que se referían a lo mismo: el problema del salario mínimo, el problema de la vivienda y el alquiler, la guerra que solo importa cuando es económica y beneficia a su cartera, que lo único refrescante en el culo ajeno es la pimienta, y si el ayuntamiento, solo por experimentar, así, voluntariamente, quisiera intercambiar sus privilegios, sus lofts que antes eran vertederos municipales pero se convirtieron en lujos acumulados en cuentas capitalistas, sus cómodas casas, sus apartamentos en Nações por Talude, sería como meter a Barbie y Ken en un lugar que no mencionaré ahora, porque soy una dama, y respeto, siento por todos los que duermen a la intemperie, sin tener soluciones mágicas para situaciones extremas y nefastas, que ninguno de los que se oponen a la supuesta suspensión de los desahucios (re)conoce, porque su vida es, de alguna manera, honorable, una madre y no una madrastra. Y vuelvo a sentarme sobre la toalla, ya mojada, con los ojos llenos de indignación. Este refrigerio tarda mucho en ser servido, como dicta el karma, a quienes lo merecen, y lo que es del César será repartido con creces. Pero cuantos más ciudadanos de segunda clase alimentemos, cuidemos y defendamos, más segmentación y marginación permitamos en el tejido social, más delincuencia, más hambre, más hostilidad se servirá en las mesitas de noche de quienes no se atreven a sembrar, plantar y regar la empatía. Y todos cosecharemos el fruto de lo que has elegido, a cambio de lo que todos somos. ¡Personas!
Voy al principio del mundo, donde todos nacimos igual, mitad hombre y mitad dios, follando con un mitad humano y mitad diosa, y aquí estamos, arrogantes y soberanos, arrogantes y llenos de neumáticos, como si fuéramos la última galleta del paquete, tan rotos y maltratados, y aún entregándonos a las sutilezas y rarezas, y pensando que nada nos toca. Y yo, allí en el principio del mundo, pido a los dioses que te toquen una sinfonetta, una marcha para empezar a congelar los caminos de quienes "no se tocan", una agonía para despertar en ti la ignorancia de ese egoísmo desbordante, esa protuberancia que nació en ti por falta de humanidad, a punta de bayoneta de tu opulencia, petulancia mal disimulada, ten cuidado, de quienes llevan zapatos cómodos y no saben lo que es estar descalzos, y eso define si somos criminales o hipócritas. Solo objetivando nuestra creciente estupidez megalómana. Iba a hablar de Kiron, pero me callo. Con todas estas tonterías, me he vuelto loco. Me irrita tu corrupción, tu favoritismo, tus chorradas, tus prerrogativas, la piedra que oculta tu mano, e incluso la absoluta inutilidad en la que te entregas, tus cenas, asambleas y reuniones municipales. Pero sobre todo, lo que más me irrita es tu falta de civilidad y humanidad. ¿Acaso quien te vio nacer sabe de tu degeneración? ¿Que has suprimido la palabra empatía por un puñado de blasfemias huecas y un populismo extremadamente útil?
Lo que hay que hacer es levantarse de esas sillas que te engordan el trasero, que posponen tu sabiduría, que aumentan tu ignorancia, la discrepancia entre ser y tener, para convertirlas en atajos al poder, y reinventar alternativas sociales para el colectivo. No se trata de quitarte el refugio y dejar a niños y adultos necesitados mirando el cielo estrellado. Lo urgente es apartarse del camino si no saben cómo responder a preguntas tan complejas. Que renuncien al poder o lo utilicen para lo que se les propuso: enriquecer la sociedad con su compromiso y empatía. En cuanto a los medios de comunicación, sigan atribuyendo las cuotas de popularidad más falsas a los falsos incendios de viviendas, pues la luz nace en los intervalos de oscuridad y su falsa verdad, que da voz a quienes pagan su abundante salario. Que nazcan rebeldes en los medios de comunicación, donde pocos prosperan gracias a la independencia y la clandestinidad.
Sin extrema unción, me despido. Rezo para que sean iluminados por el espíritu de la humanidad. Por ahora, vayan a chupar la tercera pata del demonio que alimenta su fantasía. Y añado esta línea para levantar el último velo de la ilusión. No nos representan; son meros chacales, pues nuestras almas no se venderán a sus insignificantes poderes, pues estos eventualmente llegarán a su fin. Porque muchos de nosotros revertiremos los valores, distorsionados hoy. Refínense para la ceremonia de Gaia. Padre, perdónalos, pues nunca supieron lo que hicieron. Los favores siempre serán recompensados en un conveniente ad eternum, es decir, para siempre. Aquí está mi dedo medio. Y ahora, como un bebé que ha comido demasiado, regurgito hasta vomitar la agonía de mis afligidos compañeros. Lo que necesitamos, hijos míos, de izquierda a derecha, no son sus groserías, favores ni política, sino ideales. Y yo, que vengo de la época de los juglares, voy a los Esquemas de Fradique, de Fernando Venâncio, y de ahí tomo esta diggladiación expuesta: «Quien ve la muerte ante sus ojos no tiene tiempo para bromas».
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