Verdad, mentiras y populismo

 


Hubo una época, ya lejana, para mí, que soy mayor, pero sin embargo muy importante, una época en la que los maestros de la vida y el entorno moldeaban nuestro carácter y personalidad. En aquella época dorada, cuando creíamos en la inmortalidad del cuerpo, jugábamos a "verdad o reto". Quien no lo recuerde no creció en mi época. Nací en 1968.

¿En qué consistía el juego?

Un grupo de chicos, que debían conocerse al menos un poco (este juego se jugaba entre vecinos, compañeros de clase, primos y hermanos, y a esa edad nadie conoce a nadie, ni siquiera a sí mismo), se arriesgaban a desafiar los límites, a probar su pulso, y, dirigiéndose a cualquiera de los participantes, les hacían una pregunta que querían que respondieran. Solo había dos salidas a la pregunta planteada: verdad o reto, porque nos negábamos a responder. Recuerdo algunas partidas y ni siquiera puedo escribir que las echo de menos, eso sería falso. No echo de menos nada tras la partida de mi padre, mi abuelo Rodrigo, mi hermano, mi abuela Bina, Cláudia, Fernanda, Viriato, mi tía Carmen y, ahora, más recientemente, mi tío Mingos. Ahora que se ha ido la inmortalidad, que coexiste estrechamente con el juego de la verdad y la consecuencia, ahora que solo encuentro belleza en almas muy raras, si no en la naturaleza y en los animales, ahora que entiendo que desconocemos los misterios insondables, ahora solo echo de menos el futuro.
Las consecuencias del juego iban desde una mirada seria o una risa, a modo de confesión, hasta la pregunta anterior, que era la forma más elusiva de hacerla caer en la trampa (en busca de la verdad), desde un beso inofensivo en la mejilla hasta una estratagema elaborada o infantil, intentando ser vistos como algo malicioso o, en efecto, como algo verdaderamente inocente. Siempre descubrimos al otro en la forma reflejada en que vivimos nuestra experiencia y la realidad del entorno. Y donde yo veo sombra, otro verá luz. Hoy, al escuchar a mi madre intercambiar chistes agradables con un hombre de su edad, quizás mayor y aún activo, me di cuenta de que lo que nos frustra hoy del pasado solo tiene que ver con nuestras expectativas, en comparación con el paso del tiempo y la pérdida de oportunidades, y/o la corrección de errores. ¿No es ahí donde perdemos el ahora, en este ayer, tan embellecido por el paso de los días y tan lejano? Lo bueno del pasado no eran las máquinas ni el progreso. Lo que hacía vibrar el tiempo felizmente eran las personas, las actitudes humanas, los factores atenuantes que hoy nos recuerdan que si Don Quijote ve molinos de viento, entonces debieron ser molinos de viento y gigantes, todo mezclado. Decir que fue una época tristemente feliz, o desafortunadamente triste, y aun así elegir no perdérsela. Porque todo es bueno mientras dura, en un partido, y todo dura demasiado cuando es malo. La elección es interna. El juego de la vida continúa, pero lo que nos marca son, en mi opinión, las personas, los animales, las estaciones, las flores y las frutas. Las lecciones que no se eligen conscientemente, al menos desde mi perspectiva, también nos marcan cuando decidimos aprender. Si no aprendemos por descuido, negligencia, ingenuidad, por ser llevados al límite, por estándares obsoletos o por acoso, por diarrea, caspa o kunami, será un año bisiesto o desafortunado. Para mí, la lección más difícil es la de la conducta humana. Creer en los seres humanos es más difícil hoy en día, pero es cuando más creo en mí. Soy un ser humano. Y superar las dificultades y el dolor requiere adaptabilidad y flexibilidad. Y eso solo se logra con la madurez. Para mí, esta tarea es difícil. Si somos creativos, si usamos nuestra imaginación, si sabemos de qué está hecho un sueño (todos los seres humanos, cuando sufren, aprenden a soñar), debería ser fácil ser flexibles. Excepto cuando nos enseñan a ser estrictos. Con nosotros mismos. Con los demás. No importa. Todo se vuelve titánico cuando el formato nos exige lo que va en contra de la corriente, es decir, nuestra verdadera naturaleza. Aquí es donde podemos ver la dualidad dentro de nosotros, pero "espera, lo que quiero no tiene nada que ver con lo que otros me enseñaron a ser". Superación.
Aprender resiliencia es más importante que decir que los años bisiestos son malos o traen suerte. Leer el alma de alguien es el orden natural de la vida. No es suerte. Es voluntad y deseo. Dios, el amor y la amistad son ideas inconscientes que forman parte del camino, del viaje. Es decir, son innatas en nosotros; las mentiras, como las consecuencias, no son innatas sino aprendidas. Para servir a nuestros propósitos. No siempre nobles. Y todos mienten. Mienten para no herir, o mienten para herir. Pequeñas mentiras o densas, pesadas, del tamaño de las torres gemelas, o de las ramas estériles que parecen no marchitarse nunca, para recordarnos que una vez hubo una verdad inconclusa. Algo inquebrantable que no parece soltarnos la piel. La vida nos enseña. Si no aprendemos, las consecuencias llegarán. La vida es la verdad de cada persona sucediendo, materializándose. La consecuencia es un momento en el que, con mérito, recogemos lo que es nuestro, por derecho. Si se corrigen los errores, la verdad se legitima. Cuando no lo hacemos, legitimamos el acto de empujar a Saturno con nuestro vientre y su rigidez entrando en nosotros, derribando los castillos de arena que hemos inventado para nosotros o para los demás, y ¡zas!, una visión. O ambas cosas. O...

Creo en la vida. He visto la cola de la muerte y se llama ilusión. Nada muere, todo se transforma. Incluso el vehículo que habitamos. Pero somos más que un cuerpo. Y esta es la consciencia más iluminada que tengo del ser humano. No solo somos humanos, sino estudiantes inmortales. Un día pensé que sabría mucho cuando creciera, y ahora que he vivido tantos inviernos, me doy cuenta cada día de que no sé nada, o de que lo que sé cabe en una bolsa de Pingo Doce. Hoy, por esto, sanaré una herida. Hoy, al aceptar mi modestia, al abrazar mi insignificancia, he dado un paso más en esta aventura cuyos días están contados, pero que no deberían contarse. He aprendido que la vida es una frecuencia vibratoria donde la calidad del impulso debe prevalecer sobre la cantidad. No importa cuánto dolor, lo que importa es el impacto, la profundidad con la que nos entregamos a la experiencia y a superarla. Un borrador no borra nada, es un destello que nos señala, en este encuentro sináptico y cognitivo, que si nos hubiéramos dejado guiar por la pura intuición, por el corazón en el preciso instante del aprendizaje, todo sería más fácil.
Hoy encontré muchas mentiras y las desmonté. No veo la televisión, salvo cuando hablo con mi madre, que para distraerse ve SIC a diario, y ¡zas!, en ambos sentidos. Ahí estaba la mentira disfrazada de verdad, queriendo presumir del supuesto populismo que puse en el titular del texto, junto a la verdad y la mentira. Porque la proyección del populismo convierte a todos en estrellas fugaces, extiende la alfombra y esconde la basura. La mujer habló de violencia doméstica. Vivida en segunda persona. La madre vivió horrores. La mujer que habló en el programa de Júlia mintió descaradamente. Esa mujer que, cuando tenía 28 años, contraté como corista para el grupo musical al que le puse su nombre, Bailarte, dijo que la habían contratado como vocalista. El grupo Bailarte solo tenía un vocalista, Ivo. Un gran vocalista, por cierto. Trabajó con La Feria. A falta de falsetes, voces que embellecen la música, creando un fondo, nos vimos obligados a contratar otra voz de fondo. Pero no nos equivoquemos, la voz de Ivo era hermosa y con cuerpo. Y cantaba con pasión. Ella era la voz de fondo. Nunca cautivó a nadie, pero cantaba. El hombre del que habla no es su exmarido, sino ella misma. Antes de enfermar del tumor cerebral de tejido blando, el hombre que se convertiría en su esposo y ahora exmarido ya había estado muy enfermo. Y creo que la soledad siempre lo persiguió. Se casó con ella por su enfermedad, para proteger y salvaguardar el patrimonio de sus hijas, y por supuesto, por la inmensa presión que ejercía sobre ella. Ella no quería ser feliz ni devota, quería casarse. Y lo hizo. La única verdad que dijo sobre el hombre del que habla es que estaba casado cuando lo conoció. Se casó tres veces. Nunca se molestó en divorciarse. Era como yo: odiaba la burocracia y el papeleo. Nadie exigía matrimonio a cambio de amor. Fue mi pareja, con quien viví 13 años y con quien tuve a mi primer hijo. Me sedujo después de que me contrataran como corista, sin soltar el estudio donde siempre había trabajado como una esclava, y con la astucia de un viejo zorro. Yo era todavía una chica, pero ya había aprendido mucho, y después de pedirme una maldita lencería y pasar dos días en nuestra casa, lo vi irse, menos de dos meses después. Y ella menciona que la engañó. Siempre nos harán lo que le hicimos a otro, ¿no? Népia, es Saturno. Al referirse a su actual novia como camarera de cafetería, da la ligera impresión de prejuicio contra el personal del restaurante, ella que tanto trabajaba detrás del mostrador, como si el mérito fuera ser corista, una persona que usa a otros para ascender socialmente, en este caso, para triunfar en el mundo de la música. Si fuera corista, manicurista o guardia de seguridad de Prosegur, ¿le daría menos vergüenza que la sustituyera una bala en la cara, alguien igual a ella? Eso sería. Hay broches que ni siquiera hacen bolas de cristal imitando a estrellas de la tele con jabón, como el de "pan con mantequilla" o el de "Lo dejé todo por ella, me fui, me fui". Estoy de acuerdo con Ágata cuando dice: "Puedes tenerlo todo, pero a él no".
La mentira es tan casta y pura que ya no me engaño con la sociedad que pretendo seguir criticando. Me indigna ver difamar a personas cuyo carácter está fuera de toda duda y sin mancha. Un hombre generoso. Dedicado. Infelizmente casado, la oí decir. Mi madre, que había encontrado trabajo en una supuesta residencia de ancianos como cocinera, que ni siquiera le hacía feliz a nadie cocinando, dijo: «¡Mentirosa, mira a esa mentirosa! Es verdad, madre. No hay nada más feo que usar a otros para ascender en la vida. ¿Estamos acostumbrados a ascender? ¡Es indigno seguir usando al mismo hombre que usó mentiras durante más de 20 años, de la manera más fea y sucia, para ennoblecerse! Muy noble. Sin aplausos. El videoclip no alcanza las suscripciones necesarias; voy a salir en televisión a usarlo como estrategia de marketing, porque me cambiaron por una tostada y medio vaso de leche. La mentira es tan triste y vanidosa que apuesto a que quienes se aprovisionan de maquillaje, broches y demás baratijas se quedarán sin acciones. Compro suscriptores. Y vuelvo enseguida. Para arreglar mi vida, la falta de ética y el ataque a la moral no importan. ¡Ignoraré los medios para lograr mis fines! Lo que quiero es escenario, luces, acción. Y ya que estoy, otro idiota que apoye mis privilegios y diga que canto bien fuera de la ducha. Permítanme añadir una línea a la obra mal montada: Si una mentira necesita maquillaje, la verdad puede venir desnuda e incluso vulgar. ¿Verdad o consecuencia?

Siéntate, Ubu, siéntate. Lindo perro.




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