El resorte del desapego

 


El pasado es mucho más que una palabra que arrastramos hasta el desenlace final, con o sin réquiem. Y si digo que arrastramos, obviamente, es una forma subrepticia de no decir que este proceso es -siempre es- (auto)biográfico e individual, sino que son los colectivos los que alteran el rumbo de la humanidad. No es que sea una vergüenza o causa de disminución del carácter, sino porque antes de que se verbalice, hay que entender quiénes somos, de dónde venimos, qué sentimos y por qué lo sentimos y pensamos, de tal o cual manera. Y para mí, el pasado, el que arrastre, tiene muchos cajones, pero el más grande se llama papá. Y no se puede dejar de lado a un padre. No cabe en ningún cajón, se esparce por todos ellos, con su perfume para después del afeitado, su Olex reparador en los finos mechones oscuros que en los extremos ya muestran el hermoso gris en el que se convertiría, si hubiera podido ser, si el tiempo codicioso y egoísta y eternamente presente no lo hubiera llevado a un lugar inaccesible,  los manierismos y rituales, las palabrotas dichas en tono jocoso o los discursos directos de conciencia y educación, las canciones de cuna cantadas con la voz grave y melódica de la ternura, y hasta esa forma más dura de mirar y regañar para ilustrar y enseñar, pero no está en un cajón donde está,  no hay cajones para un padre, entra e influye en todo lo que le rodea, contamina con sonrisas y buen humor, cigarrillos Ritz y cenizas, y monólogos de fiesta, Como hacen todos los payasos que tiran los cohetes y corren a recoger los bastones, asegurándose de que todos estén bien, nada de pensamientos tristes, nada, no se permiten sombras de buitres revoloteando en el cielo, aunque sea pesado y sea abril y sean veinticinco o diez o nunca más. Los padres no pertenecen al pasado porque siempre están presentes, recostados sobre sueños, paredes, álbumes, cálidos recuerdos de la infancia. Te vi papá, todavía estabas vestido en abril, te veo, y me senté en tu regazo, alisando tus arrugas de felicidad, la que le diste a los demás -creo que era tu manera, así que tuya para servirte una pequeña tajada- por tener tu tiempo contado en años que se redujeron a meses y yo en tu regazo,  que han menguado durante días, Mientras te alisaba la frente, y con mis manos que eran pájaros inocentes, aún me quedaba tiempo de dibujarte una corona de rey cargada de flores que nunca llegaron a florecer. Había una Grândola vila morena en cada uno de tus gestos, un "y después de un adiós" alrededor de tus ojos y párpados, que eran tus ideales de libertad, fraternidad e igualdad. Por eso te he dado tantas coronas y te he hecho rey de por vida, como Salomón. Te fuiste y sonreíste y me pediste que no perdiera mi sonrisa, que no perdiera a mi querida, que no la perdiera por nadie. Tu sonrisa vale todo el oro del mundo, ¿escuchaste bien? Y grabé todo lo que me dijiste, papá, todo, simplemente no sabía para qué lo guardaba, cuál sería ese propósito, pero sí, quiero decir, no, No he perdido mi sonrisa, ninguna, al contrario, ha querido ser abundante en sonrisas, y en eso me parezco a ti, pero las guardo en un cajón metafórico, donde acumulo todo, el dolor, la decepción, el remordimiento, la tristeza y hasta la leve impresión de que podría transformar toda esta colección afectiva en un planeta donde pueda empezar de nuevo, la vida de nuevo,  Y amontoné todo, papá, y de esta herencia afectiva que me diste y que está en la Tierra, y de las sonrisas papá, también amontonadas, efectivamente comenzaré los cimientos de mi proyecto de reciclaje. Francisco, ¿qué sonrisa quieres que te ponga, hoy, el día nuevo de un año completamente nuevo, el de verte sonreír serenamente o el de orgullo,  Esa especie de vanidad de haberte conocido como el Buen Samaritano, ¿o prefieres que te pongas la sonrisa enigmática de no saber qué día es hoy o si volverá abril? Pensar que hoy, si me tengo que ir, no dejaré a mis dos hijos lo que ustedes me dejaron a mí, un abril nuevo y listo con democracia y causas y esperanza. Me gustaría que, en el futuro de mis hijos, su pasado tuviera ideales que salieran de las habitaciones, de los recuerdos, de la nostalgia, y no de los pensamientos incómodos de un mundo en revolución, inadecuado para las humanidades. Fuiste tan generoso, padre, tú y todos los que lucharon contigo por aquel abril y nosotros tan pobres e ignorantes, tan ilusos y convenientemente distraídos, que dimos por sentado este abril, creyendo que actitudes y hombres nobles era lo que nacía de este semillero que se pudrió. Hoy, papá, tú también desertaste, Zeca, pero todos los vampiros y su corrupción se quedaron aquí. ¡Y sus artilugios y la lamentable y fétida normalización de lo peor que hay en nosotros! 


Cerramos las estaciones dentro de las maletas, las cajas, con las cartas de amor y postales que nos enviaron desde tal o cual país, con los casetes dañados que aún esperamos recuperar, junto con el anillo del primer amor, con el rizo del pelo de nuestros hijos, la caja de los primeros dientes de leche que perdieron y hasta las hadas que no vinieron a recogerlos. Pasa el tiempo y ya no hay abril, me dijeron que tirara todos los cajones, todos los ensayos de volver a ser abril, y sospecho que los recolectores de basura tienen motivos para quejarse de nuestra basura, de la falta de consideración que tenemos por su trabajo, de los riesgos que conlleva el agotamiento, las infecciones y las enfermedades pulmonares agravadas,  oh hombre, si tan solo hubiera carteros enviando estos cajones rectos al cielo, usted sabe Sr. Cartero, es solo que tengo esta carta, esta que no tiene código postal, no va en sobres acolchados ni en correo azul pero le pediría que por favor la enviara directamente a Guedes, a Francisco Guedes que está en la nube cuarenta y cinco,  Apoyado en el ascensor diez. ¿Puedo utilizar el acuse de recibo? ¿Solo para asegurarse de que se entregó? Dile que no tienes prisa por abrir. Tomar uno de esos cigarrillos perfumados del Ritz y colonia, sentarse con sus amigos y leerme despacio, saber que tengo una sonrisa en mi rostro que nunca antes había visto, que es la sonrisa de creer que lo volveré a abrazar, tantos años después, por favor dígale que tome medio coñac Hennessy,  Lentamente, deje que use el pañuelo para secar las lágrimas de la sonrisa de la chica que dejó aquí. Pero no hay carteros trabajando en esa ronda, ni trabajando en días festivos. Y con el pasado, abrimos caminos dentro de nosotros, bosques enteros de reciclaje, donde, para no agobiar nuestros dolores, fertilizamos con ellos la tierra de los demás, preparamos el terreno para lo que está por venir que se sospecha que no trae solo esperanza, porque solo nace con la destrucción de algo, a veces de todo,  a veces sólo un edificio, un tejado, una construcción tosca, un barco, un accidente aéreo, que obliga a derrumbarse torres para que sepamos valorar edificios sólidos y válidos y este + es transversal a todo, a las sociedades, a las familias, al proletariado, a las multitudes neptunianas, a todo. Las torres caen todos los días, como caen las estaciones y la primavera, la más hermosa de todas, que para nacer, hay que destruirla, es necesario arrancar las flores y los frutos, para que las semillas se extiendan, se necesita sangre y voluntad para impregnar el mundo de la vida, la esperanza nace así, cada abril y miramos al futuro con miedo pero ya se está debatiendo,  Borrados, planificados, construidos con el suelo del pasado, con los contenedores de reciclaje donde tiramos las sobras del pasado. Nuestros queridos antepasados y sus hazañas de coraje y valentía. De amor y comprensión. 
Es mejor no etiquetar los cajones o si no, olvidémonos de los cajones y usemos minimalismos constructivos, suaves y sanadores, adecuados para el desapego, la racionalidad y la emoción enfriada, que caigan las torres, que las láminas de agua caigan sobre el suelo para el proceso de fertilización y necesitamos entender que no son las cosas que nos dejan del pasado las que son importantes,  No fue tu pisapapeles, papá, no fue el marco gastado, ni el vidrio de tu foto al carboncillo lo que me mantuvo a flote y te da a luz cada diez y veinticinco, papá, no papá, fue lo que me dejaste en términos de valores morales y éticos, fueron las conversaciones y preguntas que me respondiste,  las historias que me contaste, la dirección que le diste a mi curiosidad, Este recuerdo de lo que fuiste está vigente en el tiempo presente, que seguirá sacando dentro de mí lo mejor, lo más humano y hermoso que traigo. Eso es de ustedes, eso es de sus abuelos, eso es de sus bisabuelos y eso servirá a mis nietos, bisnietos, tataranietos y así sucesivamente, que soy humano, que aún llevo esperanza para regar el abril que viene. Lo sé. Esto va a doler. Combativo y grosero. Agresivo y disciplinario. No, no podemos tirar el pasado debajo de la alfombra que esconde. El equipaje necesario para hoy, en esta dura temporada de frío, son las lecciones que has tenido que aprender.  Y qué lentos seríamos si creyéramos que el terreno es un patio de recreo, un baño de vacaciones, donde la fachada sustituye a todo el edificio, el contenido de cobijo y seguridad, como en el juego de fantasía que siempre será la infancia. El tiempo pasado no es un tiempo verbal. Es el semillero. Y mientras no entendamos todo esto, muchas torres se derrumbarán, debido al consumo exacerbado y la escasez de humanidad. 

El pasado siempre tendrá muchas estaciones en su interior, mucha lluvia, mucho viento, alegrías circunstanciales, lecciones y mucho más, muchas desgracias humanas que nosotros, en el siglo XXI, aún no sabemos ser personas, sin maltratar todo lo que nos rodea. Salvo los tiempos verbales entre presente y futuro y del pasado que vale oro, buscaremos los valores que nos dignifiquen en el futuro: Del pasado, quiero las virtudes de nuestros antepasados, tal vez más dignas de esa palabra de moda que es decir humanidad. El tiempo corre. Tenemos que correr con él. Y si miramos de cerca, el pasado ya trajo todas las semillas de lo que vendrá y tenemos que enfrentarlo. No son las cosas, sino nosotros mismos, los que nos cuestionamos si lo que nos aporta como personas es nuestro color o credo o la cantidad de euros que tenemos en el banco, si somos extranjeros o simplemente desconocidos, si vivimos libres o en cautiverio, ese tipo de valores, después de la destrucción de lo dañino, lo que podemos compartir con el conjunto. Tendremos que dar a luz la empatía, no es la bonita hipocresía o la pintoresca caridad, sino la solidaridad y el respeto por cada ser entre nosotros. Porque el futuro se hará, no de nosotros los adultos, seremos el terreno de las nuevas generaciones, serán las causas por las que luchemos y los beneficios para todos. El pasado no es mi padre, está formado por todos los padres, por todos aquellos que pisaron este mismo suelo y decidieron dejar semillas para una mejor primavera. Por lo tanto, el pasado no es esta estrechez, no es la casa o la plaza, sino nosotros, lo que fuimos y el ejemplo que dimos a través de nuestras vidas. Este es el legado del pasado y no cabe en el cajón más grande del mundo. Y esto, me lo repito a mí mismo todos los días. Este no es el mundo que pienso dejar a mis hijos. Y lo que haga con esta causa será más que un cajón en su futuro. Cuando me vaya. 


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