Matza Di Lourde

 



Sección de Obituarios


Vi tu muerte desde lejos

No me teñí los dedos con la tinta

de todos los días. Alguien me dijo

que los muertos olían a ceniza de JN.

Nadie lloró por ti y nadie te leyó tampoco.


Se rezaron fervientes oraciones

Apelando al Santo Cristo

y a la Paz del mundo que ya merecía el ataúd.

Yo no estaba allí. Pero distante. No podía mirar

Ese "cuerpo" helado que una vez vivió el fuego y

Ese frío punzante que hoy no distingue

además de la luz del terreno de juego. 

No se despidieron de ti.


Me detengo en el poema para dejar que las lágrimas

Que no lloré Corre, libre, y luego cruza

Al lado de la buena memoria, donde te reconocí

Como un alma necesitada por mi grupo

Has hecho de la muerte un lugar de adoración.


Te fuiste sin decir: ya voy.

Como siempre hiciste cuando llegaste,

sin anuncios y prescindiendo de formalismos.

Moriste lentamente y con los ojos apagados

Dejé que la ira abandonara

Que bajarían los guardias de mi conciencia

y abrí mis ojos y cerré los tuyos.



Ya no encajas conmigo, ni tu nombre,

Ni tus sueños ni tus brazos.

Muere en paz. 

Vive en muerte intermitente

Va y viene eternamente.

Este extraño lugar donde todo se crea

donde todo comienza, este cuerpo-manada

el amor y la muerte.

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