LA IMPORTANCIA DE LA AUTOCONCIENCIA EN EL VIAJE COLECTIVO
Al igual que el tiempo, el altruismo es una palabra expansiva, sujeta a las circunstancias del sujeto, ya sean externas o internas.
Podemos pasarnos toda la vida creyendo que el tiempo se puede pasar ad hoc, por su aparente infinitud, también podemos vivir toda una vida creyendo que todos somos altruistas. No es que se pueda negar una cosa o la otra. Pueden ser absolutamente verdaderas para cada uno de nosotros o pueden ser completamente falsas. La elección es siempre nuestra. Eso es cuando somos adultos. Cuando nacemos, olvidamos el guión, recordándolo a medida que avanzamos en nuestro camino. No todo depende de nosotros. De ahí la importancia del cuidado de los menores. De ahí la necesaria cautela con los primeros años. Padre, madre, adultos cercanos, maestros, tutores, parientes y allegados de afinidad, animales domésticos, naturaleza y pedagogía, en una convergencia concertada al bienestar del menor. Todo se vuelve demasiado importante y, cada vez más, absolutamente urgente en la tarea de educar a un futuro adulto. El bebé aún está en el vientre materno y ya sufre vicisitudes que condicionan su desarrollo. No soy solo yo quien lo sabe, son los expertos en desarrollo humano infantil. Al igual que la naturaleza, el cuidado y la preparación deben comenzar en la esfera psicológica de quienes van a tener un hijo. Y debido a las inmensas limitaciones que conocemos, todo puede estar sesgado desde el principio. El amor es el valor más noble de todos. Y lo más necesario. Un bebé criado sin amor es un adulto enfermo. La práctica de nuestras madres, de la inmensa escuela de la que disfrutamos en términos académicos y, tantas veces, en términos vivenciales, ni siquiera nos deja la duda de este factor. El amor sana, y la falta de él nos enferma. El equilibrio tiene que ser prevalente y diario, incluso si se quieren imponer las restricciones. El bien supremo del menor debe ser salvaguardado. Vivimos en una sociedad enferma por la falta de valores, por su inversión, por la confusión y la ignorancia y por la escasez de estructuras. El embarazo adolescente es una referencia de peso para el estudio del amor desde el vientre materno. De su saldo o falta de él, durante el proceso. Hemos escuchado que el bebé por nacer ya aprecia la música, ya distingue la voz de quienes rodean a la madre y sí, reconoce a la madre como el refugio de protección, el refugio, el refugio, la cápsula que lo contiene. El bebé también escucha la violencia, cuando es oral, también siente el dolor de la madre, cuando ella es víctima de abuso, también siente la enfermedad y el malestar. Está el cordón umbilical que, además de las sustancias que satisfacen las necesidades y el líquido amniótico, facilita la conducción de neurotransmisores que hacen que el bebé se sienta bien, acogido y estructurado dentro de su bolsa materna. Por lo tanto, sería erróneo pensar que el bebé solo puede disfrutar de cualquier cosa, mala o buena, después del nacimiento. También hay otras creencias más antiguas que prevalecen -se sorprenderían de saber que prevalecen más de lo que te imaginas- de que el bebé que nace ni siquiera conoce el entorno, hasta que no sabe balbucear y hablar, gatear o caminar, expresarse o expresarse. Estas son creencias profundamente arraigadas. Y mal. Porque el bebé siente, más de lo que ve, más de lo que expresa, más de lo que es capaz de hacer. En pleno siglo XXI, con tanta historia a nuestras espaldas, con tanta información a nuestro alrededor, y sin embargo seguimos alimentando creencias que, por el mero hecho de existir, siguen produciendo consecuencias alarmantes en el conjunto global de generaciones. Piensen conmigo, si los errores ocurren pronto, incluso antes de que nazcamos, aumentan considerablemente después de que estamos aquí, después de que crecemos y nos convertimos en adultos. Hay muchos hijos adultos, que han permanecido en una infancia robada. Digo robado porque este es el sentimiento que queda cuando nos damos cuenta de que nos bastaría con observar, a la vez que ayudamos en el crecimiento de los menores, darnos cuenta de los errores, y del resultado de ellos, en el dolor psicológico y emocional que existe, mucho más allá de lo visible. El dolor se esconde, el dolor se avergüenza, el dolor se siente culpable y no se manifiesta, trata de atropellarse para encajar en nuestras expectativas y en las de los demás, trata de atropellarse para que no suframos las contingencias de su existencia. Lo que hacemos es quitarle la voz a ese dolor. Sin pensar siquiera que lo estamos posponiendo por su crecimiento y, tantas veces, por su cronicidad. Y estos hijos adultos viven una infancia crónica y enferma, tratando de satisfacerse a sí mismos, de lo que les fue robado y/o negado en las primeras etapas, en los primeros años. Y esto no termina aquí y continúa. Debido a que estos hijos adultos también son padres inmaduros, también son padres poco preparados y vulnerables, incapaces de encontrar el equilibrio que no tenían. Los padres que han sufrido hambre son excesivos en la alimentación de sus hijos, los padres que han sido privados de amor son fríos, calculadores y manipuladores, los padres que han sido víctimas de abuso sexual y otros son ellos mismos abusadores, incluso si esto se analiza a nivel macro. El punto es que los males no son erradicados por el conocimiento de ellos, sino por nuestra percepción de ese conocimiento. Es importante y vital que cambiemos la forma en que tenemos la responsabilidad de los niños a una forma de comunidad más inclusiva, donde ninguna madre, ningún padre, ningún niño sea víctima de sí mismo, de su ignorancia o de su falta de medios. La comunidad debe intervenir y llenar los vacíos. Todos somos humanos, imperfectos, inmaduros, incompletos. Hasta llegar a la conciencia del yo. Cuando alcanzamos la plenitud del ser, podemos ayudar en la gestión emocional y física, a través de nuestra experiencia y conocimiento, a través de nuestra disponibilidad y mucho a través de la responsabilidad que tenemos hacia el todo, cuando conocemos todas las consecuencias que se derivan de la falta de esta preparación para los menores. El tiempo juega en nuestra contra si nos atrevemos a negarnos a ver o mantener las circunstancias estructurales que tenemos hoy. Los adultos son, más que lo que llevan dentro, también el resultado del entorno que habitan. Por supuesto que importa. Por supuesto que marca la diferencia. Por supuesto que tenemos que ser responsables en esta estructura. La inicial es la más comprometedora del sujeto y del colectivo. Arriesgamos generaciones enteras, basándonos en los mismos errores. Y tenemos una historia que no nos permite fingir que no vemos, que no conocemos los resultados del descuido, la falta de preparación, el litigio y, en última instancia, la privación. Creo que es hora de diálogos sociales convergentes e integrales (y siempre llegamos tarde para las generaciones anteriores y siempre estamos a tiempo para las posteriores). Es allí, en la primera infancia, donde comienzan las desviaciones y el sufrimiento humano, que pueden y deben evitarse. Todos traemos altos propósitos. La pregunta es, ¿la sociedad es consciente de esto? Si no es así, es urgente mostrar y liderar. Que no nos falte conciencia ni voluntad. Seamos exigentes con el tejido de la próxima sociedad en la que vivimos. Hoy seremos nosotros los que cometamos errores, mañana serán nuestros hijos, luego nuestros nietos. Tampoco debemos aventurarnos a hablar de progreso sin este órgano fundamental. La pedagogía es la base de cualquier sociedad. Tenemos que abandonar nuestras posturas académicas y trabajar en la búsqueda de objetivos concretos trazados por el conjunto. Diálogo social. Pensemos en la mayoría social. No podemos seguir haciendo lo mismo cuando queremos resultados diferentes. El viaje es personal, pero el objetivo debe ser social e integral, inclusivo y práctico. Alcancemos la sabiduría del progreso a este nivel y estaremos honrando los valores familiares de nuestros antepasados que destrozaron el mundo mucho antes y sufrieron una violencia atroz. Si tenemos los recursos y la historia, cambiemos los caminos con más conciencia y algo de gloria, ¿por qué no?
Comentários