Matza di Lourde y Cuarteto en Cy

 

11.11, un salto de fe 

En la lista de deberes y obligaciones, 

debidamente reformulada, 

con toques de alquimia, extensa y simplificada, 

los actos y pensamientos, los sentimientos corren, 

revalorizando prioridades, en la esperanza de la armonía.

Taché lo que ya no crece, me quedé con lo que prevalece, 

que es todo en lo que creo, de la lista reducida, 

está el amor, el agradecimiento por todo, 

otros valores esenciales, el perdón a mí mismo y a los demás, 

la pasión por el reconocimiento de lo que soy, 

inmortal, un grano de mostaza que prosperó, 

se alimentó y creció y ¡mi salto hacia la eternidad!

De todo lo que había en mí, anterior, 

pasado, indigesto, rebelado y en agonía, 

el guerrero herido lamió heridas, 

sanó desilusiones, maduró y rompió 

con lo que el mundo esperaba, 

renunció a esos roles que otros esperaban 

y renació entero, enfrentándose a lo desconocido.

Transmuta la bilis en la miel de la vida.

Voy a la fuente a beber con sed, 

del agua de Dios en mí, generosamente.

Este “yo soy” que agradezco vivir es, 

después de todo, a la vez victorioso y derrotado.

En la ley que rige el universo, en la receta de mi cocina, 

sólo se requiere amor.

Y cuando conocemos con los ojos del corazón, 

lo complejo se hace más sencillo 

y lo que sueñas se hace real 

y lo que era lejano y lo que era alto e imposible 

renace del vientre de la tierra como un nido, 

anida como un vuelo, crece 

y se convierte en alimento y equilibrio.

Ése es el propósito de la vida.